Me encanta la plastilina, ese material nunca falta en casa, incluso aunque los niños van haciéndose mayores… La cogí el otro día y haciendo un muñeco se me cayó al suelo…
«¡Vaya, mamá, se le ha machacado un poco la pierna!»- me dijeron.
Y les conté que así somos las personas… un poco de plastilina. Cada golpe nos modifica un poco y luego toca arreglarlo o moldearlo de nuevo.
Les conté que a eso nos dedicábamos cada día: yo en mi trabajo, en casa, pero también él cuando pedía perdón en el fútbol por una entrada más fuerte de la cuenta o cuando cambiábamos algo que no nos gustaba de la forma de hablarnos en la familia,… y por ahí siguió nuestra conversación…
El viernes pasado le contaba la anécdota a una madre: «¿Y eso de qué me sirve ahora que nuestro mundo está patas arriba? Nos estamos separando… y no estoy para metáforas…»
Pues ahí voy, a hacer un intento de explicarlo, aunque solo sea para crear dudas… porque me gusta explicar que ser feliz, criar hijos e hijas felices, educar niños y niñas sanos, no depende del estado civil de sus padres.
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"Eso que cuentas es la teoría, la realidad se impone luego."
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"A lo mejor hay familias en las que es posible, con mi ex eso es inviable"
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"No, si yo no digo que no le quiera, pero lo que está claro es que no se lo demuestra"
Estas son algunas de las frases dichas por padres y madres últimamente cuando hablamos de construir una nueva relación de comunicación y parentalidad positiva con el padre o la madre de sus hijos. Da la sensación de que esas imágenes de niños felices que viven a temporadas en más de una casa son imposibles y salen solo en las películas (yo añadiría que en muy pocas películas, que lo más habitual parece ser lo contrario).
¿Es posible anteponer el bienestar de los peques a mis deseos de venganza, o a los de «no quiero que se vaya de rositas» o a los de pensar mal de cualquier forma y haga lo que haga el otro?
Os lanzamos una reflexión, hoy solo eso, no vamos a resolver el enigma de una sola vez…
¿Qué ocurría cuando vivíais juntos o la relación entre vosotros (papá y mamá o dos papás o dos mamás) era amistosa? El día en que tú, papá, o tú, mamá, te retrasabas al volver del colegio con los niños, ¿montabas en cólera porque la comida ya llevaba un rato en la mesa? Quizá era un día importante y tenías que volver al trabajo urgentemente y te fastidió no poder comer con ellos… pero incluso así, ¿no era más fácil escuchar lo que les había pasado – una piedra en el zapato, había cola en la panadería, paramos unos minutos en el parque que por la tarde parece que va a llover, o cualquier otra razón…- que enfadarse, protestar, decir cosas que no piensas de los otros el resto del tiempo y fastidiar así un poquito vuestra relación como personas por algo que al fin y al cabo no tiene tanta importancia?
Y sí, cada frase fuera de tono es una pequeña piedrecita que mina las relaciones, un golpe en esa plastilina de las que estamos hechos. Deja una pequeña huella en ese material endeble del que estamos hechas las personas. Habitualmente, vamos resolviendo esos pequeños golpes del día a día, y después era un beso, un nuevo diálogo, un gesto que reparaba lo que nuestras palabras habían dicho.
¿Y si ahora ya no hay tiempo para reparar el daño: ni para buenas palabras, ni para gestos? ¿Ahora ya no hay disculpas, por ejemplo, para un retraso a la hora de regresar el domingo tras disfrutarlo en casa del otro/a progenitor/a? ¿Y si por el bienestar de nuestros hijos tenemos que cambiar las cosas?
Las palabras dejan huella, y no solo en el padre o madre de nuestro/a hijo/a. También los peques reciben esas huellas (esos golpes en la plastilina) aunque las palabras sean dirigidas a otros.
¿Lo pensamos la próxima vez? ¿Necesitas ayuda para adaptarte al cambio que supone educar conjuntamente cuando convivís en casas diferentes?
«Adaptándonos: dos casas, una familia» Programa que ayuda a los progenitores a organizar la crianza de un modo cooperativo y corresponsable, a través del trabajo individual y grupal, tanto con adultos como con los niños. Si deseas más información, no dudes en llamarnos. El programa es íntegramente gratuito para las familias. Y pronto comenzará en Gijón.
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